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El dolor de la costumbre

  • Foto del escritor: Severa Flor
    Severa Flor
  • 21 sept 2020
  • 3 Min. de lectura


Fotografía: Laura Victoria Usma

 

Desde pequeña mi madre me explicaba que debía acostumbrarme al dolor porque nosotras, como mujeres, nos construirnos a partir de ahí. A comienzos de mi adolescencia empecé a experimentar dicha afirmación; tuve quemaduras, cortes, irritaciones, inflamaciones, moretones, hemorragias, entre otras experiencias dolorosas para acomodarme a los cánones de belleza mientras crecía y descubría lo de ser “mujer”.


Hace poco una amiga me dijo: “desde que era niña mi mamá me expresó que la vanidad tiene que sufrirse para que valga la pena”; Eso, me llevó a pensar en todas las veces que maltratamos nuestra piel por un fin, la belleza. Y reflexionándolo, la depilación me ha hecho caer en ese abismo muchas veces.


En la infancia me afanaba el deseo de quitarme esos “inmundos” vellos de las piernas, me fastidiaban porque eran muy largos, cuando me los halaba con la ropa me dolía mucho, así que no veía la hora de hacerlo; la primera vez se me irritó la piel, dolió mucho, también me picaba muchísimo y me ardía, afortunadamente mi piel morena ocultaba las cicatrices que infringía a mi cuerpo.


Al ver mis piernas depiladas, ya estaba lista para ir al colegio. En esas mi madre me observó y me dijo: “ya empezaste a torturarte con afán, ay mija, le va a costar cuando crezca más”; yo la verdad no le puse cuidado, estaba feliz con mi decisión. 


Con el tiempo empecé a depilarme cada parte de mi cuerpo donde sentía que no debía haber cabida para los vellos, inicialmente porque me sentía incómoda al tenerlos, luego porque eso es lo que nos muestran los medios de comunicación, la cultura, los comentarios de mis primas, de mi hermana, de mi madre e inclusive de mis amigas; me acostumbré a hacerlo y acepté ese hábito como parte de la naturaleza de la mujer.


Todas las mujeres que nos hemos depilado conocemos a la compañera dolorosa de la depilación, la irritación. Toda esta relación tortuosa con mi cuerpo, o más bien contra mi cuerpo, me llevó a hacerme una serie de preguntas: ¿Qué tan sanos son los vellos para nuestro cuerpo? ¿Por qué es tan mala la irritación?


Comencé a investigar y encontré que, según el dermatólogo Vicente M. Leis Dosil, de la Fundación Piel Sana de la AEDV: “el pelo es una barrera protectora y los dermatólogos no estamos a favor de su eliminación total, ya que está asociada con la aparición de diferentes problemas como enfermedades de transmisión sexual en las partes íntimas”. El experto también comenta que la irritación está presente en todas las opciones de depilación que ofrece el mercado: láser, cera, máquina, cuchilla, crema depilatoria, pinzas; su mayor consecuencia son los traumatismo en la piel, principalmente por dolor.


Creía que dejarme crecer los vellos era la desgracia de nuestra naturaleza; pero rara vez pensé que hacía parte de nuestro hermoso cuerpo y que, en lugar de enemistarme con ellos, podía darle cabida en mi cuerpo, que es de donde nacen.


Los medios digitales están inundados de información con preguntas como: “¿Cómo eliminar la irritación después de depilarte?”, Pero rara vez encuentras la respuesta a “por qué no depilarte es la mejor opción para evitar la irritación”. Lo que me lleva a cuestionarme: ¿estamos haciendo lo correcto con nuestro cuerpo? O ¿dejamos que la misma sociedad nos ponga en contra de la misma naturaleza de este?, ¿por qué no llegar a un acuerdo con nuestro cuerpo que nos ha dado todo y nos ha permitido disfrutar la vida que hemos llevado hasta ahora?


 Por mi parte, estoy tratando de entender todo esto, y buscando siempre un beneficio para mi cuerpo, y no preocuparme por los estigmas sociales; no ha sido fácil, pero es un camino que he decidido recorrerlo con un aliado siempre, mi cuerpo. 



Por Laura Victoria Usma


 
 
 

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