Sobre uno de los alquileres más polémicos: el vientre
- Severa Flor
- 15 oct 2020
- 7 Min. de lectura

Ilustración: Juan Camilo Rendon
“Me llamo sara tengo 20 Años quiero alquilar mi vientre ya tuve un hijo y pensaba operarme pero quiero darle ese hermoso regalo a alguien mas tambien, me fue muy bien en el embarazo y mi parto, buena lactancia y parto natural 100% sana y cuidaba mucho mi alimentación”.
“Hola , estoy interesada en ser madre subrogada, Parejas que realmente estén interesados , tengo 32 años dos hijos totalmente saludable, sin ningún vicio con mi maternidad definida, soy 100% colombiana radicada en Bogotá (sólo personas serias)”.
“Soy Madre de un niño sano y fuerte de tres años, Venezolana de 23 años, estoy dispuesta alquilar mi vientre a quienes quieran ser padres”.
“Deseas subrogar? Eres venezolana vives en Bogotá o sus alrededores Y tienes cedula colombiana? Escribeme, cuento con clínica de fertilidad, abogados y padres de intención extranjeros”.
“Buscas una agencia sería dónde realizar tu proceso de subrogación dónde prestar tu vientre, con seriedad absoluta y años de experiencia, solo mujeres que vivan en Bogotá y sus alrededores, que sean Colombianas, o cédula Colombiana”.
“Alquilo mi vientre buen precio”.
Estos son algunos de los anuncios que se pueden encontrar cuando se ‘googlea’ en búsqueda de un vientre en alquiler o gestación subrogada. Este es un tratamiento en el que se fertiliza un óvulo con el esperma de un padre y, dicho embrión, crece en el vientre de una mujer que recibirá aportes económicos. Es un método regularmente usado por mujeres que no pueden concebir, padres o madres solteros/as o parejas del mismo sexo que quieran tener un hijo o hija. La fecundación se hace, por lo general, in vitro, y el óvulo puede ser de quien paga por usar el vientre, de una donante anónima (ovodonación) o de la mujer gestante.
Es probable que muchos solo hayan escuchado hablar de este polémico método solo después de ver la parafernalia mediática que desató el nacimiento del segundo hijo de James Rodríguez. Al día de hoy, sigue habiendo más dudas que respuestas frente a este método, por lo que no espere encontrar veredictos aquí, porque no los tenemos, sino más bien, algunos elementos de contexto e información que ayudan a abrir el debate y a generar, en quien lea esto, un cuestionamiento sobre la moralidad, las formas y las consecuencias, tal vez... como me pasa a mí.
¿Altruismo?
Una de las grandes discusiones se centra en lo que se puede llamar como “compraventa de humanos”, pues existen grandes sumas de dinero de por medio en esta práctica, que van mucho más allá de los gastos de maternidad que tiene la mujer que alquila su vientre y que, en muchos casos, también es mediada por agencias privadas de gestación subrogada. Esto implica, casi que sin duda, un negocio para muchos y no tanto un acto de bondad.
En Colombia, por ejemplo, se habla que el costo de este procedimiento ronda los $50 millones y, si existen intermediarios, la cifra puede llegar hasta los $100 millones. Incluso, se habla de que, en algunos casos, cuando la pareja que alquila el vientre es del mismo sexo, estos costos podrían triplicarse. Hablemos de altruismo, entonces.
La RAE define el altruismo como la diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. Es decir, se trata de actos desinteresados que benefician a los demás, incluso si eso significa el sacrificio de algo propio. El filósofo John Stuart Mill dijo, frente a la aparente naturaleza egoísta del ser humano, que “sin duda existen algunos principios en su naturaleza que le hacen interesarse por la fortuna de los otros y hacen que la felicidad de éstos le sea necesaria, aunque él no obtenga nada excepto el placer de verla”. Esto, sin embargo, si lo analizamos más de cerca, no significa que no obtenga nada, pues el placer, a pesar de su condición intangible, es un algo que recibe el ser humano y que, además, disfruta.
En esta medida, podríamos decir que, en ningún caso, el ser humano es puramente altruista, pues siempre hay un interés de por medio y un beneficio que recibe. Pero el sociólogo y filósofo holandés Edvard Alexander Westermarck, habló de la relación que se puede lograr entre la empatía y la reciprocidad y que, en animales, se refleja como “emociones retributivas amables”. Esto conciliaría las ideas del egoísmo y el altruismo, resumiéndose en lo que ahora se llama altruismo recíproco: una tendencia a contribuir en la medida en la que también se me retribuya algo.
Entonces, aquellas mujeres que alquilan su vientre para “darle una oportunidad” a una familia, hombre o mujer de tener un bebé, ¿son altruistas? En un sentido puro, probablemente no lo sean, pues existen millones de pesos de por medio que nos impiden creerlo. Sin embargo, desde las posturas filosóficas esbozadas, esto tampoco significa que no lo sean, pues aunque reciban dicho beneficio económico, también es posible que, a su vez, lo hagan con la intención de contribuir a la felicidad y el bienestar de los otros. Cada caso, por supuesto, es distinto.

Ilustración: Juan Camilo Rendon
Legalidad
En Colombia, existen muchos vacíos legales frente a la gestación subrogada. No hay una regulación frente al procedimiento, pero tampoco una prohibición expresa. Esto le da, entonces, una legalidad legítima, como en el caso de Estados Unidos, Argentina y Rusia. Por el contrario, en países como España, Alemania y Francia, el alquiler de vientres está prohibido en cualquiera de sus modalidades.
Para solicitar un vientre en alquiler en Colombia, se debe firmar un contrato entre quienes alquilan el vientre y la mujer gestante, el cual se rige, entre otras cosas, por normas de la autonomía de la voluntad. Cuando los aportantes genéticos son quienes pagan por la gestación subrogada, no existen mayores inconvenientes, pues se reconocen como padres y madres a quienes aportaron el óvulo y el espermatozoide. Sin embargo, si la mujer que alquila el vientre es, también, la que aporta el óvulo, esta figura cambia, pues se le reconoce como madre del bebé, caso en el que tendría que hacerse un trámite en el que da a su hijo en adopción.
Este tipo de aspectos son los que, hasta ahora, no se tienen contemplados en el ámbito jurídico del país. Además, tampoco existen regulaciones relacionadas con un escenario de explotación de seres humanos, mediación lucrativa entre las partes, derechos o intereses del niño o situaciones en las que surjan desacuerdos entre las partes.
Todo lo anterior debería ser contemplado dentro del marco legal para brindar garantías en dicho proceso y, además, ser garante de que hay un consentimiento por todas las partes y un reconocimiento sobre cuál es el papel que desempeña cada uno.
Las mujeres
Colectivos de feministas como Devermut, de España, hablan de que en este método de gestación existe una “explotación de mujeres”, entre otras situaciones y vulneraciones que hacen reprochable la práctica bajo cualquier circunstancia. Detractores alegan que, así como en temas como el aborto se argumenta que “la mujer es libre de decidir sobre su cuerpo”, este no debería ser un caso distinto y no se debería tomar la vocería por todas las mujeres. Además, se vuelve al argumento del altruismo una y otra vez.
Entonces, ¿las mujeres son realmente libres de decidir si alquilan o no un vientre? En términos generales y escuetos, sí lo son, aunque dichos colectivos no lo consideren, pues se puede considerar a la libertad como la capacidad de poder elegir entre dos o más opciones. Lo que sí es importante entrar a analizar es si existe un condicionamiento social o económico, por ejemplo, una presión que limite dichas opciones.
Esto es necesario porque, aunque no existen cifras o datos sobre cuál es el perfil de las mujeres que alquilan sus vientres en Colombia, sí existen casos en los que hay una necesidad económica de por medio (salvar una casa de una hipoteca o pagar algunos estudios, por ejemplo). Esta situación, se sospecha, podría ser un patrón que limite las opciones de libre elección en las mujeres.
Devermut, por ejemplo, argumenta que, para ejercer libertad sobre gestar a un bebé para otras personas, “las mujeres en esta sociedad tendríamos que situarnos en una posición igualitaria respecto a los hombres, no sólo económicamente, sino de autopercepción y valor propio” y que ser libre requiere de unas condiciones de vida en las que la mujer no debería ser explotada para alcanzar sus metas.
En este contexto, resulta interesante preguntarnos: si las mujeres que alquilan su vientre no tuvieran necesidades económicas, ¿realmente lo alquilarían? En Colombia, de momento, faltan muchos estudios para saberlo.

Ilustración: Juan Camilo Rendon
¿Y los niños?
Mucho se habla de los beneficios económicos, los intermediarios, los que pagan por alquilar un vientre y las mujeres gestantes. Sin embargo, poco se habla del niño o la niña que nace, y si podrían existir algunas implicaciones psicológicas en él o ella o no.
En la gestación subrogada, este es un tema no menor. Al respecto, la psicóloga Marcela Madrigal, magíster en Educación y Desarrollo Humano, quien se ha dedicado a trabajar con niños, niñas y adolescentes, cuando un niño se da cuenta que fue concebido de esta manera, pueden presentarse diferentes afectaciones, similares a las que se presentan en la adopción. Entre ellos, un sentimiento de abandono por la relación de desapego con su madre biológica (en el caso de que el óvulo sea de la gestante) y su afectación en la inteligencia emocional del niño, la cual se puede dar en cualquiera de los casos.
Esto último se da porque, más allá de la creencia cultural más conservadora de que solo es válida la familia de sangre, “está científicamente comprobado que la relación de la mujer con el bebé en el embarazo sí tiene mucho que ver, sobre todo en los últimos meses, pues hay muchas sensaciones que se dan en ese vínculo, hablando de la parte relacional”.
Entonces, se pueden presentar dificultades en el proceso de vinculación, problemas de comportamiento y de adaptación escolar, trastornos de lenguaje y dificultades de alimentación, sin hablar de la carga genética que se desconoce que puedan tener los donantes en temas de trastornos, entre otros aspectos psicológicos que puedan ser hereditarios. A todos estos aspectos se les debe hacer seguimiento durante la niñez y adolescencia.
Sin embargo, la experta hace énfasis en que es importante comprender que, en la estructuración de la personalidad de un individuo, aproximadamente el 30 % se da por aporte genético o hereditario y el 70% es consecuencia del ambiente. En este sentido, se debe pensar que la familia es una institución social fundamental en la vida de un ser humano y que un niño o niña lo que necesita, más allá de los lazos de sangre (que pueden estar sobreestimados), es integrarse en un entorno emocionalmente estable y seguro, que contribuya a su preparación para afrontar adversidades y comprender la diversidad: genética, sexual, cultural, entre otras.
Entonces, que si altruista, que si legal, que si hay libertad de decisión, que si es un negocio con la vida… todo cabe, todo cuenta, todo es valioso para ser analizado. Lo cierto es que como diverso es el mundo, diversas son las opiniones. En cualquier caso, lo necesario es que sean apoyadas con razones y argumentos aterrizados en un contexto complejo, que tiene muchas trampas y que no puede verse reducido a la discusión de un único aspecto. Estos son tan solo algunos: un abrebocas a la polémica.
Por Paula Andrea Gaviria
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